Si yo fuera pintor y quisiera plasmar en un cuadro lo que representa la formula de la felicidad, pintaría a una madre en la puerta. Llegando del trabajo, todavía vestida con su uniforme celeste. Un niño sumergiéndose en ella con un abrazo. Las manos acarician su pequeño rostro. Secas por los químicos, impregnadas de olor.
Cansada, pero nunca triste.